Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Día 1

A horas que es mejor no nombrar (todavía era noche cerrada), mi hermano me llevó al aeropuerto de San Pablo. Tras el paso por los controles y la consabida espera, me monté en el avión y poco más de una hora después puse los pies en suelo marroquí por primera vez en mi vida, más concretamente en las pistas del Aeropuerto de Marrakech-Menara. Primera sorpresa, yo pensaba que allí era una hora menos, pero nadie me avisó que durante el mes de Ramadán la hora se retrasa una más, lo que convertía las 8 de la mañana que yo llevaba de serie en las 6 de la mañana hora local.

Aeropuerto de Marrakech-Menara
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Cuando llegué a la terminal, vi que todo el mundo se dedicaba a rellenar unos papelitos, así que hice lo mismo tras superar la odisea de encontrar un bolígrafo (primera vez en mi vida que se me olvida llevarme uno de los míos…). Me agradó enormemente ver que todo estaba, aparte de en árabe, en francés (y en algunos casos también en inglés), con lo que mi año estudiando en Bélgica me vino mejor que nunca (ya volveré sobre esto más tarde). Me hizo especial gracia ver que algunos compatriotas interpretaban Nom de jeune fille como «nombre de tu hija» en lugar de «apellido de soltera».

Aeropuerto de Marrakech-Menara
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Pasé los controles de pasaporte y comprobé con alegría que me lo habían sellado (¡por fin!, maldita Unión Europea… hasta ahora no lo había estrenado). Cambié mis euros por dírhams y llegué a la calle por fin, cargando una maleta llena de prejuicios pero con una ilusión por descubrir este nuevo mundo que nadie me podía quitar.

Aeropuerto de Marrakech-Menara
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Entonces empezó la aventura. Había leído por ahí que el trayecto del aeropuerto a cualquier hotel en taxi rondaba los 70 dírhams (aunque algunos insistan en que son 100dh), y nada más salir se me acercaron unos pocos taxistas para ofrecerme sus servicios. Al primero en llegar le dije que si me llevaba a mi hotel por 70dh y me dijo que su hijo me llevaba (?). Hizo una llamada en una lengua que nunca había escuchado en persona y al momento apareció un taxi derrapando con cuatro personas dentro.

Se bajaron los tres acompañantes y el conductor cogió mi maleta y me invitó a entrar. Era más joven que yo, y nada más montarme empezamos a hablar en francés, mientras me llevaba al centro de la ciudad sorteando de forma bastante temeraria motoristas, camiones, peatones intrépidos y más motoristas. De repente, primera muestra de que estaba en el destino correcto: una gigantesca avenida y a lo lejos, el alminar de la Mezquita Kutubía. Impresionante.

Avenida Bab El Jédid y Mezquita Kutubía
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

A pesar de que me estresé bastante con la conducción de los marroquíes y la aparente reserva del país a la hora de colocar semáforos y señales de tráfico, estaba pendiente del camino y, ventajas de ser un agonía que se aprende el mapa de su destino antes de marchar de viaje, me cosqué de que el recorrido no era el correcto. Informé de ello al simpático taxista y todo había sido un error a la hora de pronunciar el nombre del hotel. Pegó un volantazo allí mismo y me llevó a mi destino. Le estreché la mano y me dio la bienvenida a su país. Muchas gracias, amigo Saadi (creo recordar que ese era su nombre).

A pesar de que eran las 7 de la mañana, me dieron las llaves de mi habitación (hasta el mediodía no tenían obligación de hacerlo) y pude soltar los bártulos en ella y tirarme un rato a descansar. Pero poco tiempo, que la gigantesca medina de Marrakech acababa de despertar y parecía esperarme con los brazos abiertos.

Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Mapa en mano, salí del hotel y puse rumbo a la más cercana de las diecinueve puertas de la medina, Bab El Jédid, la que conecta el centro con el barrio del Hivernage, en donde yo me hospedaba. Las murallas me dieron la bienvenida y a lo lejos ya se veía mi primer destino: la Mezquita Kutubía.

Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Atravesé sus jardines y, craso error, le hice una foto a unos señores vestidos como vendedores de agua. Al momento se acercaron a mí y me empezaron a comer el coco de manera infame para que me hiciese una foto con ellos (pagándoles, por supuesto). Al final terminé accediendo para que me dejasen tranquilo (la foto es un poco fea así que paso de ponerla…), les pagué los dirhams acordados y me prometí no volver a mantener contacto visual con nadie en un buen rato.

Jardines de la Mezquita Kutubía
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Al llegar a la mezquita apenas pude disfrutarla porque ya me habían puesto en alerta aquellos personajes, y cada vez que veía que un comerciante se me acercaba bajaba la cámara y me iba. No tardé en darme cuenta de que así no iba a ningún lado. Intenté tranquilizarme y aceptar la situación. Al fin y al cabo, ellos se ganan la vida así y yo soy el turista, el que viene de fuera.

Mezquita Kutubía
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

A partir de entonces, cada vez que alguien quería venderme algo le contestaba amablemente y en mi mejor francés que no necesitaba nada, sin alterarme ni ser maleducado. Ese cambio de actitud tan necesario fue de lo más fructífero, ya que algunos continuaban la conversación con una amabilidad a la que no estoy acostumbrado y al final terminé charlando con media ciudad.

Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Muchos de ellos me contaron cosas del Ramadán, del ayuno, de las costumbres de los marroquíes o de los bereberes, de la historia de la ciudad, y de la mejor hora del día para ver las principales atracciones. No sé si fruto de ir solo o de que la ciudad ayudaba, terminé acercándome a los locales más que en cualquier otro viaje que haya hecho antes, una experiencia que no tiene precio.

Mezquita Kutubía
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Retomando el viaje, llegué hasta el centro de la vida de Marrakech: la Plaza Yamaa el Fna (o Djemaa el-Fnaa, cada uno lo escribe de una manera…). Por desgracia, durante el Ramadán la plaza pierde prácticamente toda su vitalidad, que ha sido declarada obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad por la Unesco. Un motivo (entre otros muchos) para volver a Marrakech.

Plaza Yamaa el Fna
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

A pesar de estar vacía, contaba con innumerables puestos de zumo de naranja, algún que otro encantador de serpientes a los que me acerqué demasiado sin darme cuenta y vaya susto que me llevé (nunca había tenido una cobra tan cerca), y multitud de tiendas que empezaban a abrir sus puertas (todavía era muy temprano). Me acerqué al puesto número 1 y le pedí un zumo (un must do en Marrakech, por lo que había leído en otros blogs). Puede que las naranjas que allí tenía el hombre no entrasen por los ojos, pero desde luego el zumo estaba exquisito y a partir de entonces cada vez que pasaba por la plaza le pedía uno (costaba 4 dírhams, unos 35 céntimos).

Plaza Yamaa el Fna
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Faltaba poco para que abriesen las atracciones turísticas, así que me dirigí al sur de la medina, concretamente a la Mezquita de la Alcazaba y a las Tumbas Saadíes. La mezquita sólo se puede disfrutar desde fuera pero a las tumbas se puede acceder por una entrada lateral de ésta.

Mezquita de la Alcazaba
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Las impresionantes tumbas, escondidas completamente durante siglos y descubiertas en 1917, son una de las principales atracciones turísticas de Marrakech. Estuve bastante tiempo dentro, ya que al ser tan temprano no había mucha gente, disfrutando de los mausoleos de la dinastía Saadí y de aquellas magníficas construcciones de mármol y madera.

Tumbas saadíes
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Al salir de las tumbas ya me había acostumbrado a la ciudad y me sentía como en casa. Me dediqué a pasear por aquella zona, visitando tiendas y llegando a la que sin duda es la puerta más espectacular de Marrakech: Bab Agnaou.

Bab Agnaou
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Volví sobre mis pasos con el objetivo de encontrar El Badi, el Palacio Incomparable, y parece que me acerqué bastante, pero mientras atravesaba la despoblada Plaza de los Hojalateros (en francés: Place des Ferblantiers) empezó a no gustarme el ambiente y decidí buscar el siguiente palacio, el de La Bahia (bahia significa brillante o bella, nada que ver con el mar).

Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Llegué sin muchos problemas, pero mi cara de despistado debía ser tal que todos los taxistas con los que me cruzaba paraban a mi lado para ofrecerse a llevarme a mi destino. Con algunas fotos de este maravilloso palacio de estilo marroquí e islámico y de sus jardines termino esta primera parte del viaje. ¡Hasta la próxima entrada!

Palacio de La Bahia
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Mezquita Kutubía
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

(Día 1 – Continuación) Al salir del Palacio de La Bahia, me perdí un poco por las enmarañadas calles de la medina. Paseando entre aquel laberinto disfruté de los puestos de comerciantes y artesanos que practicaban su oficio en la vía a plena luz del día.

Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

De milagro llegué a mi siguiente objetivo: el Museo de las Artes Marroquíes, más conocido como Museo Dar Si Said en referencia al anterior propietario del edificio. Me acordé mucho de mis padres, que suelen disfrutar una barbaridad con este tipo de colecciones.

Museo de las Artes Marroquíes (Dar Si Said)
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Por si la increíble muestra de arte marroquí que tenían en aquel edificio no fuera suficiente, el palacio y su patio interior merecían una visita por si sola. Me extrañó que allí no hubiese tantos turistas como en el resto de la ciudad, una pena porque es una maravilla.

Museo de las Artes Marroquíes (Dar Si Said)
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Al salir ya era tarde y me estaba muriendo de hambre, pero no encontré nada abierto donde comer (¡¡Ramadán!!), así que decidí volver a la Plaza Yamaa el Fna a probar suerte.

Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

No la hubo. Y eran ya las 4 de la tarde de un día de mediados de julio, lo que se traduce en un calor asfixiante, así que decidí volver al hotel por el mismo camino por el que llegué a la plaza a primera hora de la mañana.

Plaza Yamaa el Fna
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Pasé por la Mezquita Kutubía, y de pronto desde lo más alto de su alminar el muecín llamó a la oración (ayudado por unos altavoces). Sin esperármelo empezaron a salir marroquíes de todas partes en dirección a la mezquita, un espectáculo digno de ver. Entre ellos y en sentido contrario volví al hotel, dispuesto a devorar todos los snacks que me había traído de Sevilla.

Mezquita Kutubía
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Pasé la tarde en la piscina del hotel leyendo El Nombre del Viento, y cuando empezó a entrarme hambre le pregunté a la recepcionista si había algún sitio barato cerca para comer algo típico marroquí. La respuesta fue negativa, me dijo que todo era caro en esa zona, pero que a partir de las 9 ella podía llamar por mí a un restaurante bastante más asequible que traía comida al hotel. La idea me gustó y le dije que a esa hora volvería por allí.

Hotel Suite Novotel Marrakech
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Conforme atardecía algunos de los trabajadores del hotel empezaron a montar una especie de desayuno en las mesas del bar. Entonces pasó algo inesperado, se escuchó una sirena justo cuando el sol cayó, y dos de los trabajadores (entre ellos la recepcionista) se acercaron a mí y me invitaron a romper el ayuno con ellos, que si quería probar comida marroquí esa era una buena opción.

Hotel Suite Novotel Marrakech
Marrakech, Marruecos. 11 de julio de 2014

Acabé mi primer día en Marruecos con el estómago bien lleno (la foto no hace justicia ya que me serví muchas más cosas) y una sensación inmejorable. Me gustaba aquella ciudad, y mucho.