Viernes, 8 de febrero de 2013
Sin mucha pena dejamos Bonn atrás y nos dirigimos a Colonia (en alemán: Köln). Yo había estado ya un año antes, durante los últimos días del Carnaval, y la casualidad quiso que la ciudad se encontrara de nuevo celebrando tan distinguidas fiestas.
Por esa misma razón, el centro se encontraba patas arriba, con la mitad de los servicios públicos de la ciudad recogiendo la basura del día anterior, y la otra mitad vigilando que ningún vehículo entrara dentro, así que tuvimos que aparcar un poco lejos.
De todas formas, el paseíto vino bien, ya que una de las mejores vistas de Colonia es la que se tiene al atravesar el Rin, ya sea por el Puente de Deutz o por el Puente de los Hohenzollern, que son los que dan entrada al centro histórico. Nosotros llegamos por el primero, pues habíamos aparcado a igual distancia de ambos y decidimos cruzar uno a la ida y el otro a la vuelta.
Atravesamos el centro teniendo como objetivo la catedral, y por el camino pasamos por la Iglesia de San Martín la Grande, una de las pocas iglesias románicas que quedan en Colonia, y por el Ayuntamiento. Cerca de San Martín paramos para ver un par de estatuas de bronce que representan a Tünnes y Schäl, dos figuras clásicas del teatro de marionetas de Colonia, pero desconocidas fuera de allí.
Cuando llegamos a la Catedral volvieron a sobrecogerme sus dimensiones. Es imposible capturarla entera sin un gran angular, sobre todo porque se trata de la segunda iglesia más alta del mundo (la primera con dos torres), con una altura total de 157m (entre 1880 y 1890, fue el edificio más alto del mundo…).
Mi hermano estaba muerto de hambre por culpa del escaso desayuno que tomamos en Bonn, y se pidió la típica salchicha en Domplatte, la explanada que se encuentra frente a la fachada principal de la catedral. Le quise enseñar un mapa de la ciudad que había en el suelo, pero la nieve lo cubría por completo y no hubo manera.
Por contar un poco sobre su historia, la catedral se empezó a construir en 1248, con el propósito de albergar las reliquias de los Reyes Magos, pero por falta de presupuesto se pararon las obras en 1473. Se tuvo que esperar a finales del siglo XIX para que, usando técnicas de la Revolución Industrial, la Catedral pudiera concluirse. El resultado, tanto por dentro como por fuera, es impresionante, y no es de extrañar que sea el símbolo de la ciudad. Imprescindible en cualquier viaje a esta zona de Alemania.
Salimos de la catedral y la bordeamos, hasta llegar al Puente de los Hohenzollern, con la intención de volver a cruzar el Rin e ir a por nuestro coche. El puente está lleno de candados, producto de esa moda tan absurda que ha invadido el mundo, pero las vistas de su estructura con la catedral de fondo forman una de las postales típicas de la ciudad.
De camino al coche pasamos por el Albergue Juvenil en el que nos alojamos cuando fuimos el año anterior mis amigos de Erasmus y yo al Carnaval de Colonia. Buenos recuerdos al pasar por allí.