San Patricio, patrón de Irlanda
Patrick, Brigid and Columcille
La ciudad norirlandesa de Downpatrick, situada unos 33 km al sur de Belfast, es conocida en gaélico irlandés como Dún Pádraig, que significa literalmente ‘fortaleza de Patricio’. Para entender la historia detrás de este nombre hay que remontarse al siglo V, cuando el misionero al que conocemos hoy en día como San Patricio viajó a la isla de Irlanda con el propósito de evangelizarla.
Se cree que San Patricio, natural de la Britannia, fue secuestrado en su juventud por unos piratas irlandeses que lo tuvieron esclavizado durante seis años. De alguna forma, consiguió escapar en un barco y volver a su casa al sur de Gran Bretaña, que por aquel entonces formaba parte del ya cristianizado Imperio Romano. Tras varios años en su hogar natal y motivado por un sueño en el que se le entregaba una carta titulada El Llanto de los Irlandeses, decidió volver a la isla esmeralda para convertirla al cristianismo.
Allá por el 432 San Patricio llegó a Wicklow, en la costa este de Irlanda, y desde ese momento dedicó su vida a la cristianización de la isla. Tras casi treinta años empleado en su labor, fundando iglesias y ordenando innumerables obispos, San Patricio murió en una carretera de camino a la pequeña localidad de Saul. La fecha de su muerte, el 17 de marzo del año 461, es celebrada actualmente en su nombre todos los años, una fiesta que ha trascendido su importancia religiosa y cultural y que ha pasado a ser una celebración de Irlanda en sí misma.
La Catedral de la Santa Trinidad de Downpatrick
Para el curioso enterramiento de San Patricio se cogieron dos bueyes salvajes, se ataron al carro que transportaba su cuerpo, y en el primer lugar en el que pararon de forma natural a descansar se cavó su tumba y se edificó una iglesia en su honor. Aquel hecho ocurrió en una pequeña colina cerca de Down o Dún (fortaleza), conocida desde el siglo XVII como Downpatrick.
Aunque poco o nada queda de la iglesia celta original, se conservan algunos muros del antiguo monasterio que la sucedió, el cual fue destruido, incendiado, reconstruido y finalmente abandonado en 1541 tras la disolución de los monasterios impulsada por Enrique VIII. En algún momento entre la construcción de la iglesia y la desaparición de la abadía, se enterraron también junto a San Patricio los cuerpos de Santa Columba de Iona y de Santa Brígida de Kildare, lo que dio lugar al conocido pareado que abre esta entrada: «En Down, tres santos llenan una tumba / San Patricio, Santa Brígida y Santa Columba». Conocido en Irlanda, quiero decir.
La catedral que ha llegado a nuestros días es fruto de una gran restauración de las ruinas de la iglesia del casi desaparecido monasterio impulsada por el Earl de Hillsborough en el año 1790. Está consagrada a la Santa Trinidad y pertenece a la Iglesia de Irlanda, una de las provincias de la Comunión anglicana.
La tumba de San Patricio
Al entrar en el antiguo cementerio situado en la cara sur de la catedral, una colosal lápida de granito llama la atención ya sea tanto por su majestuosidad como por los peregrinos y/o curiosos que la rodean. Al acercarnos a ella se observa la algo borrosa inscripción con el nombre del principal protagonista de esta entrada: San Patricio. Esta roca, traída de los cercanos Montes de Mourne, dista mucho de ser la original (si es que hubo alguna) a pesar de su aspecto. Fue colocada allí en 1900 para marcar el lugar tradicional de la tumba de San Patricio, pero nunca se ha llegado a saber con certeza su emplazamiento original.
La tumba de San Patricio fue uno de los lugares que descubrí de casualidad en mi recorrido por Irlanda del Norte. Mientras visitaba la cercana Inch Abbey, una de las localizaciones de rodaje de Juego de Tronos, una simpática señora que paseaba por allí a su perrito me señaló la silueta de la iglesia que se alzaba por encima del río Quoile. Me dijo algo así como: «¿Ves aquella iglesia? Es la Catedral de Down. Allí está enterrado San Patricio». Evidentemente no me lo pensé mucho y me planté allí con el coche nada más terminar de visitar las ruinas de la abadía, y vaya si mereció la pena. Nunca le estaré lo suficientemente agradecido.
Me ha gustado mucho el paisaje alrededor del templo catedralicio. Muy interesante.
¿Verdad? A ver si escribo pronto sobre la abadía que hay al otro lado del río