Hacía casi ocho años que no paseaba por Madrid con la cámara a cuestas. La última vez fue en 2014, cuando decidí pasar algunos días allí con varios amigos motivado por un concierto de The Offspring. Además, aquella escapada me coincidió con los días posteriores a la coronación de Felipe VI y la ciudad estaba completamente engalanada para la ocasión, lo que me dio la oportunidad de realizar algunas fotos tan históricas como únicas (algunas de ellas las puse por aquí: Madrid – Junio de 2014). Desde entonces, siempre que he estado en Madrid ha sido para coger algún vuelo en Barajas, para ir a Sevilla en tren, o incluso para asistir a una boda, pero no para hacer turismo. La racha acabó en enero del pasado año; me habían invitado a dar una charla en un congreso que se celebraba en Ciudad Real y como para ir en tren desde Santiago hasta tan regia villa tenía que hacer por mi cuenta la conexión entre Chamartín y Atocha decidí dejar algunas horas de margen para recorrer ese trayecto a pie. Esto es lo que vi.
Al poco de salir de Chamartín pasé entre las torres gemelas de Madrid, que yo he conocido toda la vida como «Torres KIO» pero que oficialmente se denominan con el nombre conjunto de «Puerta de Europa». También de toda la vida pensé que lo de «KIO» venía por una empresa japonesa (?) que había tenido su sede en las torres cuando se construyeron; sin embargo, mientras escribía esta entrada he descubierto que ese nombre hace referencia al fondo soberano de inversión kuwaití —el más antiguo del mundo, por cierto—, principal promotor de las torres y cuyo nombre es en realidad el acrónimo de Kuwait Investment Office.
Recuerdo que la primera vez que estuve en Madrid, allá por 1998, fue de lo que más me impresionó, sobre todo la forma en la que sus estructuras parecían desafiar a la gravedad. Desde entonces, cada vez que paso bajo una de ellas me resulta inevitable detenerme bajo el eje central y mirar hacia el cielo para observar sus simetrías. Siempre que las veo de nuevo se me viene a la cabeza la inolvidable escena final de El día de la Bestia, con el difunto Álex Angulo contemplando sus siluetas iluminadas en medio de la noche —cuando se rodó la película, allá por 1994 o 1995, todavía no estaban acabadas, aunque les faltaba poco—.
Tras atravesar la Puerta de Europa pasé frente el Centro de Exposiciones Arte Canal, y pude ver la torre de agua —perteneciente al antiguo Cuarto Depósito del Canal de Isabel II— sobre la que suelen anunciar las exhibiciones que hay dentro —aunque en ese momento no había nada anunciado—. Al verla me acordé de diciembre de 2013, cuando fuimos a ver la colección de Fernando Alonso a ese mismo centro y habían colgado de aquella torre un póster con su careto.
Desde la Puerta de Europa comencé mi caminata rumbo a Atocha por la segunda calle más cara del Monopoly: el paseo de la Castellana. En este tramo pude ver la Torre del Complejo Cuzco, un edificio de casi 100 metros de altura obra del arquitecto Antonio Perpiñá y actual sede del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital —el antiguo Ministerio de Economía—. Está realizado casi en su totalidad con piezas de hormigón prefabricado y es uno de los ejemplos más destacables en España de la arquitectura brutalista que tan de moda estuvo entre los años 50 y 70 del siglo pasado. Más adelante pude fotografiar también la sede del Ministerio de Defensa, el estadio Santiago Bernabéu —desconocía que estuviera en obras, pero por lo visto le están dando un lavado de cara completo (por llamarlo de alguna manera); aquí se puede ver un video de todo el proceso— y la Torre Europa —el séptimo rascacielos más alto de Madrid—.
En agosto de 2019 tuve la oportunidad de visitar la Universidad Laboral de Gijón, y me impresionó tanto que a la vuelta apunté en el mapa las principales obras del arquitecto madrileño que la diseñó: Luis Moya Blanco. Cuando llegué a la altura de la calle Joaquín Costa abandoné el paseo de la Castellana para pasar frente a una de ellas: la iglesia de San Agustín, cuyo interior es prácticamente idéntico al de la iglesia de la Laboral, destacando sobre todo la estrella de veinte puntas que adorna su bóveda. Por desgracia, estaba cerrada, y solo pude ver su fachada de ladrillo y el mosaico de la consagración de san Agustín de Hipona situado en el centro de esta.
Desde allí di un paseo por la calle Serrano hacia el sur, pasando casualmente frente a varios edificios del Consejo Superior de Investigaciones Científicas: el Instituto de Física Aplicada Leonardo Torres Quevedo y el Instituto de Física Fundamental. Y digo casualmente porque ignoraba por completo que se encontraran allí; de hecho, la sede central del CISC también está allí cerca, pero por desconocimiento no me acerqué a verla. Más adelante pasé frente al Palacio de Parque Florido, sede del Museo Lázaro Galdiano el cual tuve la oportunidad de visitar en diciembre de 2013 en aquella misma escapada en la que vimos la exposición de Fernando Alonso. Aparte de la magnífica colección del museo, recuerdo muy bien el ascensor eléctrico de principios del siglo xx en el que mi hermano y yo nos montamos repetidas veces.
Continuará…
respecto al mosaico de la Iglesia de San Agustín, es de Santiago Padrós Elías.
Si deseas más información acerca de este artista, puedes contactar conmigo.
Hola Beatriz,
Reconozco que mientras escribía esta entrada no me dio por investigar al autor del mosaico, gracias por tu aportación. Por lo que leo en la Wikipedia sobre Santiago Padrós Elías, una de sus obras más destacadas es el mosaico que decora la cúpula de la basílica del Valle de los Caídos, que recuerdo haber visto hace muchos años. Parece ser que también se conserva un mosaico suyo en el museo de la Catedral de Santiago de Compostela, donde resido, pero no recuerdo haber reparado en él las veces que he estado en el museo, a ver si la próxima vez lo busco.
Muchas gracias por tu comentario y un saludo.
Joaquín