Hace unos años, mientras volvía en coche de un encuentro matemático en Montpellier, en el sur de Francia, hice un pequeño alto en el camino para visitar Santander y algunos de los pueblos de la costa cántabra. Nunca había estado en esta región, y entre los sitios que tenía apuntados para aquella primera visita se encontraba Laredo, un lugar con una conexión especial con Sevilla, mi ciudad natal, cuyos detalles voy a dejar para una futura entrada. El caso es que cuando llegué a Laredo con la intención de aparcar cerca del ayuntamiento para así visitar el centro histórico —y en especial la iglesia de Santa María de la Asunción, donde se custodia cierto objeto proveniente precisamente de Sevilla— me encontré con que aquella tarea iba a resultar imposible: estuve bastante tiempo dando vueltas y no fui capaz de encontrar ninguna plaza libre.
Al final desistí, y antes de poner rumbo a mi alojamiento en Rioseco subí en coche hasta un mirador desde el que se podía ver toda la ciudad. Había empezado a atardecer y pude hacer algunas fotos de la Atalaya —un cono de cenizas situado en la parte más oriental de la localidad—, de la mencionada iglesia —situada en la ladera de la Atalaya—, del centro histórico y, por supuesto, de la playa de la Salvé, que con sus más de 4 km es la más larga de Cantabria. Dicha playa pertenece al Camino de Santiago del Norte y desde su extremo septentrional —conocido como el Puntal— parten cada pocos minutos embarcaciones que permiten a los peregrinos cruzar la ría hasta la vecina Santoña para así proseguir su trayecto (aquí podéis ver un mapa de esta curiosa etapa).
¿Y por qué me ha dado por rescatar estas fotos ahora? Pues porque hace unas semanas estuvimos precisamente en Santoña, primero recorriendo su paseo marítimo y luego haciendo la ruta de senderismo que lleva hasta el pintoresco faro del Caballo. Mientras caminábamos hacia el faro a través del monte Buciero (que es el monte que se ve a lo lejos en las fotos que hice desde Laredo, aunque cuando las tomé desconocía su nombre) me llovieron recuerdos de mis dos visitas previas a esta zona. Así que, como me han entrado ganas de hablar de ella, he decidido empezar por el principio.