Najac es un pequeño pueblo de apenas setecientos habitantes situado unos 50 km al norte de Albi, en el corazón de Occitania, famoso sobre todo por una fortaleza real del siglo xiii que se yergue sobre el resto de sus construcciones. Nosotros llegamos allí procedentes de Cordes-sur-Ciel —otro pueblo también digno de ver del que ya hablaré en otra ocasión— y aparcamos el coche en la Place du Faubourg, en donde estaba la oficina de turismo y el habitual monumento a los residentes caídos en las dos guerras mundiales. La topografía de Najac es muy curiosa: dos o tres calles que recorren paralelamente un espolón, rodeado este a su vez por uno de los meandros que el río Aveyron dibuja por esta zona. En uno de sus extremos se sitúa la mencionada plaza en la que nos encontrábamos, y en el otro, el castillo de Najac, construido por Alfonso de Poitiers —hermano del rey Luis IX de Francia— aproximadamente entre 1253 y 1266 sobre los restos de una fortaleza anterior del siglo x con el fin de aplacar las revueltas de los señores locales.
La verdad es que nuestra visita fue algo fugaz y solo recorrimos la calle principal hasta otra de las construcciones singulares de Najac: la Casa del Gobernador, dotada de una torre cilíndrica y una arcada de madera y situada aproximadamente a medio camino del castillo. Mientras escribía esta entrada he descubierto que, aparte del propio castillo, al que no llegamos ni a acercarnos, nos quedaron muchas cosas por ver, como por ejemplo la iglesia medieval de Saint-Jean —situada en el otro extremo del pueblo—, una fuente monumental realizada en granito que data de 1350, los puentes que cruzan el río Aveyron, y la Porte de la Pique —una de las antiguas puertas de la villa—. Además, hay varias rutas de senderismo que permiten seguir el curso del río y desde las que se tienen unas vistas espectaculares del conjunto medieval, lo cual justificaría pasar un par de noches allí en un hipotético viaje futuro para así disfrutar debidamente del entorno.