Diarios de viaje

Madrid
Enero de 2022
Capítulo I

España

Hacía casi ocho años que no paseaba por Madrid con la cámara a cuestas. La última vez fue en 2014, cuando decidí pasar algunos días allí con varios amigos motivado por un concierto de The Offspring. Además, aquella escapada me coincidió con los días posteriores a la coronación de Felipe VI y la ciudad estaba completamente engalanada para la ocasión, lo que me dio la oportunidad de realizar algunas fotos tan históricas como únicas (algunas de ellas las puse por aquí: Madrid - Junio de 2014). Desde entonces, siempre que he estado en Madrid ha sido para coger algún vuelo en Barajas, para ir a Sevilla en tren, o incluso para asistir a una boda, pero no para hacer turismo. La racha acabó en enero del pasado año; me habían invitado a dar una charla en un congreso que se celebraba en Ciudad Real y como para ir en tren desde Santiago hasta tan regia villa tenía que hacer por mi cuenta la conexión entre Chamartín y Atocha decidí dejar algunas horas de margen para recorrer ese trayecto a pie. Esto es lo que vi.

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Ploumilliau
Agosto de 2018

Francia

Ploumilliau es un pueblecito de Bretaña situado entre las ciudades de Lannion y Morlaix que cuenta con apenas 2500 habitantes. El nombre del pueblo contiene dos referencias bastante comunes en la región bretona: por un lado, el prefijo plou-, que significa parroquia; y por otro, milliau, referencia a san Milio de Cornualles —en francés, Saint Milliau—, cuasilegendario rey celta que a principios del siglo vi gobernó Bretaña.

Precisamente a san Milio está consagrada la iglesia desde la que se ramifican todas las calles del pueblo: un bonito templo gótico de granito construido durante el siglo xv y que cuenta con detalles típicos de la arquitectura religiosa bretona, como por ejemplo el campanario calado acabado en aguja octogonal, los contrafuertes cilíndricos que flanquean el campanario y algunos de los pórticos, o las gárgolas de temática fantástica. Nosotros aparcamos el coche en la amplia plaza que rodea a la iglesia, cerca del monumento a los caídos en las dos Guerras Mundiales y de la carnicería Ollivier, un comercio que lleva abierto más de doscientos años.

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Athína
Abril de 2019
Capítulo II

Grecia

Si bien la imagen de la Acrópolis la tenía bastante clara antes de visitar Atenas, del resto de la ciudad apenas había mirado nada. Lo que tenía claro era que quería visitar el Museo Arqueológico Nacional, pero como cerraba tarde lo dejé para el final y me dispuse a realizar una ruta a pie por los lugares más representativos que había visto en mi guía. Cerca de la salida de la Acrópolis me encontré con el Arco de Adriano, una puerta triunfal erigida en el 132 d. C. como conmemoración de la primera visita del emperador Adriano a la ciudad de Atenas. Fue construido con mármol del monte Pentélico, al igual que los monumentos de la Acrópolis, y sin usar ningún tipo de cemento o argamasa para fijar sus sillares. Por lo que he leído, originalmente contaba con varias columnas adicionales y con estatuas en el nivel superior, pero todo eso se ha perdido.

Desde aquel arco se entraba a los terrenos del Olimpeion o templo de Zeus Olímpico, el mayor templo de la Antigua Grecia. Originalmente contaba con 104 columnas corintias de 17 m de altura cada una —este fue el primer templo construido cuyas columnas exteriores pertenecían a este orden—, de las que solo dieciséis han sobrevivido hasta nuestros días. El precio para entrar en el recinto del templo era de 12€, un verdadero abuso sobre todo teniendo en cuenta que no hay nada más aparte de las columnas, y que esa misma mañana había pagado 20€ por la visita completa a la Acrópolis. Empezaba a darme la sensación de que aquel país intentaba salir de la crisis a costa del turista, así que entre eso y que en aquel momento me apetecía pasear por la ciudad, decidí pasar de largo y contentarme con verlo desde lejos.

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Himeji
Noviembre de 2016

Japón

Se conoce como Azuchi-Momoyama, o simplemente Momoyama, al período de la historia de Japón comprendido entre los años 1573 y 1603. Estas tres décadas pusieron fin a los más de ciento cincuenta años de guerra consecutivos que habían enfrentado a los diferentes daimyō de Japón, concluyendo en la unificación del país llevada a cabo por Oda Nobunaga y Toyotomi Hideyoshi, y finalizando con el establecimiento del shogunato Tokugawa. La introducción de las armas de fuego desde occidente en Japón convirtió en inservibles las edificaciones de madera que hasta ese momento habían bastado para guarecer a los dirigentes de las diferentes regiones, lo que propició una proliferación en la construcción de castillos por todo el país —se cree que se erigieron más de cien fortificaciones en estos años—. Algunos autores se refieren a este período como la «edad de oro de las fortalezas japonesas», y de entre los que han llegado a nuestros días y son considerados como Tesoros Nacionales, a día de hoy solo uno ha sido declarado como Patrimonio de la Humanidad: la «garza blanca» de Himeji.

Tras pasar unos días en Kioto, llegamos a la estación de ferrocarril de Himeji ya entrada la noche, por lo que cenamos un ramen rápido en un restaurante cercano y nos fuimos directos al hotel. Recuerdo aquel alojamiento con bastante afecto, ya que fue la primera vez que probé los famosos baños termales japoneses, una asignatura que me quedó pendiente en el primer viaje que realicé a Japón y parte fundamental de la cultura de este país. A la mañana siguiente, ya de camino al castillo, paramos en la galería Miyukidori para desayunar en la cafetería Hamamoto (はまもとコーヒー), famosa por sus tostadas con mantequilla y almendra. Acto seguido, llegamos a la entrada sur del castillo y nos dispusimos a visitar sus extensos jardines y su característico torreón.

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Warszawa
Abril de 2017
Capítulo I

Polonia

Una de mis obsesiones viajeras más antiguas es la de poder conocer en persona a las «siete hermanas» de Moscú: un conjunto de siete rascacielos edificados en el llamado estilo gótico estalinista que se encuentran repartidos a lo largo y ancho de la capital rusa. A día de hoy sigo sin haber estado en Moscú —y viendo cómo está el panorama internacional dudo que pueda cumplir ese objetivo en una buena temporada— pero en el año 2017 tuve la oportunidad de contemplar a la conocida como «octava hermana»: el Palacio de la Cultura y la Ciencia de Varsovia.

Cuando aterricé en el aeropuerto de Modlin y cogí el autobús a Varsovia ya sabía que el punto de término del trayecto era el propio palacio, por lo que me invadía la ilusión. Sin embargo, y a pesar de las múltiples fotos que había visto del palacio iluminado, me llevé una inmensa decepción conforme el autobús iba llegando a su destino: en el lugar en el que debería haber estado el palacio no había más que una enorme silueta negra que se confundía con la oscura noche cerrada.

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