Sábado, 9 de febrero de 2013
Tras dejar la exclusa de Waltrop atrás, pusimos rumbo a Essen. Esta ciudad es famosa por su industria y sus minas de carbón, pero no sabíamos si en el centro habría algo que mereciera la pena, por lo que aparcamos el coche cerca del ayuntamiento. Nuestra primera parada fue la Sinagoga Vieja o Alte Synagogue, en donde entramos para ver el museo (yo ya había entrado en la de Berlín, pero la colección de ésta me pareció mucho más cuidada e interesante).
Essen tiene menos encanto todavía que Düsseldorf, pero la misma vitalidad y un número increíble de comercios de todo tipo. Paseamos por el centro, sin ver ningún edificio histórico que mereciera la pena salvo la sinagoga. En Kennedyplatz nos encontramos con una pista de patinaje que montan allí todos los inviernos, y con el ingenioso Café & Bar Celona. Camino de ésta nos cruzamos con una estatua de Alfred Krupp (una de las personas más importantes en la historia de la industria de Essen) cuyo pedestal había sido troleado modificado y ahora ponía Krüppel (lisiado).
Nos moríamos de hambre y entramos en un gigantesco centro comercial llamado Limbecker Platz, en donde nos pedimos una especie de pisto con salchichas y patatas bastante revitalizante. Dimos una vuelta por allí dentro y nos encontramos con la tienda oficial del Rot-Weiss Essen, el equipo de fútbol de la ciudad.
No quedaba mucho más por ver y decidimos volver al coche. A la vuelta pasamos por la Kreuzeskirche o Iglesia de la Cruz, la única iglesia bonita que vimos en Essen. Estaba cerrada, una pena.
Esa noche la pasábamos en una ciudad no muy conocida llamada Bottrop, pero habíamos encontrado un hotel de carretera bastante decente que nos venía muy bien para esa parte del viaje. De camino paramos en Gelsenkirchen, más concretamente en uno de sus barrios: Schalke. Exacto, fuimos a ver el Veltins-Arena, el estadio del FC Schalke 04 (muchos de los equipos más importantes de Alemania están concentrados en esta zona).
Llegamos a Bottrop tras un largo día (creo que fue el día más flojo del viaje, pero para mi hermano sin duda fue el mejor ya que aunque no pudiésemos entrar en el partido, pudo ver en persona el estadio de su amado BVB). El hostal tenía una forma muy rara, pero hablaré de él en la siguiente parte del viaje. Aparcamos el coche y entramos en el supermercado para comprar algo de cenar. El frío era exagerado, pero lo peor aún estaba por llegar.
Mencionar únicamente que compartíamos una habitación de cuatro literas con cuatro neerlandeses, y se cogieron una litera cada uno (?). Encima llegaron a las mil de la mañana con gran estruendo y encendiendo todas las luces (a ver, tampoco soy nuevo, cuando uno comparte habitación se arriesga a que ocurra algo así). Desde luego, menos mal que los ruidosos y maleducados somos los españoles, que si no…