Una hierática y elegante escultura de bronce nos dio la bienvenida a Guimarães, la ciudad donde, según cuenta la historia, nació Portugal. Habíamos dejado el coche en un aparcamiento subterráneo bajo el Largo de Mumadona, una extensa plaza gobernada por el Palacio de Justicia, y nada más salir a la superficie nos encontramos con la mencionada estatua, que representa precisamente a la condesa Mumadona Dias —conocida alternativamente en castellano como Muniadona Díaz— que da nombre a la plaza.
La condesa Mumadona vivió en el siglo x y fue una de las mujeres más poderosas de su época, pues entre los años 943 y 950, tras la muerte de su esposo el conde Hermenegildo Gonçalves, fue gobernadora del condado Portucalense, principal precursor del Reino de Portugal. Fue precisamente Mumadona quien, con el fin de defender a su condado de las invasiones normandas, mandó construir un castillo alrededor del cual la población de Guimarães —cuyo nombre en aquella época era el de Vimaranes— se fue desarrollando y expandiendo.
Aparte de la estatua, realizada en 1955 por el escultor portugués Álvaro de Brée, en la plaza también pudimos ver el ya mencionado Palacio de Justicia, así como uno de los lienzos originales de la histórica muralla de Guimarães. En lo alto de una colina situada al norte de la plaza pudimos vislumbrar también las chimeneas y las torres almenadas del palacio de los duques de Braganza, cuya visita dejamos para el final del día. En lugar de ir hacia el palacio, desde la plaza tomamos la Rua Condestável Nun’Álvares con el fin de comenzar nuestra visita por el centro histórico de Guimarães, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2001.
Camino del centro, en el Largo Cónego José Maria Gomes, nos encontramos con el antiguo convento de Santa Clara, hoy convertido en sede de la Câmara Municipal de Guimarães —el ayuntamiento— así como del archivo de la ciudad. El convento, fundado en el siglo xvi por Baltasar de Andrade, por aquel entonces canónigo mayor de la cercana colegiata de Nossa Senhora da Oliveira, poseía una de las capillas más ricamente decoradas de la ciudad, pero tras la disolución de las órdenes religiosas acaecida en Portugal en el siglo xix su contenido acabó repartido en diversos museos, entre ellos el cercano Museu de Alberto Sampaio. A pesar de la desacralización del edificio, en su fachada se sigue conservando una imagen de la patrona de la orden: santa Clara, así como un relieve con el emblema de la Orden Franciscana.
Tras recorrer la Rua de Santa Maria llegamos a la Praça de São Tiago, llamada así porque, según la tradición, el Apóstol Santiago depositó una imagen de la Virgen María en un templo ya desaparecido situado allí mismo. En esta plaza de aspecto medieval tan bien conservada se construyó más adelante, en el siglo xvii, una capilla dedicada a Santiago, pero esta tampoco ha llegado a nuestros días ya que fue demolida a finales del xix. La oficina de turismo municipal se encuentra allí mismo, pero como todavía era temprano y estaba cerrada tuvimos que volver más tarde para aprovisionarnos de los folletos de rigor.
El conjunto formado por la Praça de São Tiago y el Largo da Oliveira suele considerarse como el centro neurálgico de Guimarães, y conectando ambas plazas se encuentra el singular edificio del viejo ayuntamiento, conocido en la actualidad como los Antigos Paços do Concelho. Se trata de una construcción de una única planta que, gracias a la logia gótica sobre la que se apoya, permite la libre circulación de una plaza a la otra. Su construcción data de finales del siglo xiv, en los tiempos del rey Juan I de Portugal, pero el piso superior fue remodelado varias veces entre los siglos xvi al xviii. Fue uno de los primeros edificios portugueses en ser declarados como Monumento Nacional, allá por el año 1910.
Atravesamos las arcadas ojivales del viejo ayuntamiento y llegamos al Largo da Oliveira, custodiado por la imponente torre de la iglesia principal de Guimarães: la de Nossa Senhora da Oliveira. La fachada del ayuntamiento que da a esta plaza es mucho más llamativa, con ventanas de moldura recta adornadas con el escudo de Portugal y coronada por la estatua de un guerrero anónimo que fue emplazada allí en 1877. La estatua provenía de otro edificio, hoy desaparecido: el de la aduana de Guimarães, y dicen que simboliza la contribución de los vimaranenses en las conquistas en África. Su interior aloja en la actualidad la delegación de turismo, cultura y patrimonio de Oporto y el norte de Portugal, así como un museo de arte moderno.
Y allí, en una de las cafeterías a los pies de la torre de la iglesia decidimos hacer nuestra primera parada con el fin de desayunar. Las tostadas con mantequilla no estaban tan buenas como las del día anterior en Oporto, pero seguían siendo más que aceptables.
Continuará…