Domingo, 29 de marzo de 2015
Bajamos del bus 102 sin saber muy bien donde estaba lo que andábamos buscando. Aunque el trayecto fue en línea recta, se nos hizo interminable, y los jardines del Palacio Imperial de Kyōto (el bus pasaba por la calle de al lado) parecían no tener fin. Por suerte, no tardamos en encontrar un cartel (escrito únicamente en japonés) con el nombre de nuestro destino: 哲学の道 (Tetsugaku-no-michi).
Comenzaba así uno de los platos fuertes de nuestro viaje a Japón.
Tetsugaku-no-michi (哲学の道) | El Paseo de la Filosofía
Con cartel o sin cartel, los cerezos en flor marcaban el camino, y es que Tetsugaku-no-michi (lit. el Paseo de la Filosofía) es famoso precisamente por ser uno de los lugares más recomendables de Kyōto en los que disfrutar del Hanami.
El curioso nombre del paseo viene por Kitarō Nishida, fundador de la Escuela de Filosofía de Kyōto y habitual transeúnte de este lugar.
Nada más llegar ya fuimos conscientes de la importancia del paseo. Turistas y japoneses a partes iguales recorrían en masa aquellos coloridos y fotogénicos canales, y nosotros no hicimos sino mezclarnos entre ellos. En un momento dado cometimos el error de entrar en un establecimiento a pedir un refresco, pero llevábamos sin tomar nada desde primerísima hora de la mañana y a pesar de la clavada mi amigo Rodrigo y yo coincidimos en que era necesario…
Que vamos a decir, claro.
Aunque Tetsugaku-no-michi es un highlight de Kyōto en si mismo, su visita no está completa si no se entra en alguno de los templos de alrededor (entrar en todos es imposible, al menos en un solo día). Nosotros elegimos comenzar por el más famoso, y el primero en aparecer: Ginkaku-ji. Los carteles nos desviaron de Tetsugaku-no-michi por una calle cuesta arriba repleta de comercios.
Ginkaku-ji (銀閣寺) | El Templo del Pabellón de Plata
El precio de la entrada al complejo de Ginkaku-ji es de 500円, que pagamos gustosos tras esperar una cola minimalista (apenas tuvimos que aguantar ninguna durante todo el viaje, un gustazo).
Este templo budista en realidad se llama Jishō-ji (慈照寺, lit. el Templo de la misericordia resplandeciente). El nombre con el que se le conoce, Ginkaku-ji, viene por su pabellón principal, cuyo techo resplandecía como la plata en un día soleado debido a la laca que lo cubría. Por desgracia, en la última restauración no se recuperó este acabado y no pudimos ver el efecto.
Lo primero con lo que nos cruzamos al entrar al templo fue con su jardín zen, famoso sobre todo por su Ginshadan (銀沙灘, lit. Mar de arena plateada) y su Kogetsudai (向月台, lit. Plataforma para observar la Luna), siendo esto último una representación del Monte Fuji, sagrado para los japoneses.
La lluvia no nos impidió disfrutar de los jardines del templo, que se adentraban en la ladera de Higashiyama (東山, lit. la montaña oriental). Paseando por aquellos caminos rodeados de vegetación fuimos conscientes por primera vez de la gran cantidad de japoneses que disfrutan haciendo turismo dentro de su propio país.
Al salir de Ginkaku-ji nos dirigimos de nuevo a Tetsugaku-no-michi, parando en uno de los restaurantes con los que nos cruzamos antes, y fue uno de los lugares más acertados de todo el viaje. Tanto mi compañero como yo pedimos una estupenda sopa de fideos (creo que eran udon… ojalá pudiese recordar el nombre… la próxima vez los apunto todos). El restaurante, eso sí, se llamaba Nishin Soba (にしんそば).
Seguimos hacia el sur por Tetsugaku-no-michi para seguir disfrutando una vez más del Hanami. Por las fotos se puede ver que, aunque los cerezos estaban ya muy bonitos, aún les faltaba para llegar a su máximo esplendor.
No tardamos en encontrar más carteles que indicaban la presencia de templos a ambos lados del paseo, y nos animamos a entrar en uno de ellos: Hōnen-in.
Hōnen-in (法然院)
De entrada gratuita, puedo decir que este fue el templo budista que más me gustó de todos los que vi en Kyōto. No sé si fue por la tranquilidad de caminar por un lugar mucho menos frecuentado que Ginkaku-ji o por el día tan mágico que hacía (la lluvia no siempre es mal recibida cuando uno está de viaje), pero tuve la sensación de haber descubierto un tesoro escondido.
Hōnen (法然) hace referencia a un reformador budista del siglo XII, al cual está dedicado el templo. Un sacerdote llamado Nincho (忍澂), perteneciente a la rama del budismo fundada por Hōnen, fue el encargado de construir el templo en el año 1680.
Pero aún no había terminado la sorpresa. Seguimos adentrándonos en Higashiyama y llegamos a un pequeño cementerio tradicional que incluso eclipsó al templo que acabábamos de ver. Estábamos solos, y lo único que rompía el silencio eran nuestras pisadas y el agua de lluvia cayendo sobre las hojas de los árboles y las lápidas del cementerio. Sin duda uno de los momentos más inolvidables del viaje, ¿verdad Rodrigo?
Anraku-ji (安楽寺)
De ahí llegamos a Anraku-ji, otro de los templos budistas que rodean Tetsugaku-no-michi. Leyendo información sobre el sitio, he descubierto que sólo está abierto unos días muy concretos al año (los dos primeros fines de semana de abril, mayo, junio, noviembre y diciembre), pero si mal no recuerdo estaba abierto aquel día 29 de marzo.
El caso es que no entramos porque ya se nos echaba el tiempo encima y teníamos aún más cosas que ver, así que nos conformamos con verlo desde la puerta principal. Dicen que es uno de los lugares más bonitos de Japón durante el otoño, porque su entrada está inundada de arces. Habrá que volver.
Y de ahí volvimos una vez más a Tetsugaku-no-michi, con la intención de volver a coger un autobús que nos llevase hasta la zona de Maruyama-kōen.
Pero esa me temo que es otra historia…
Esta historia continúa en:
Si quieres ver el viaje al completo:
Yono entré a los templos porque ese día estábamos ya saturados y preferimos disfrutar del hanami. Per tomo nota para cuando vuelva, espero que en pleno momiji
un abrazo!
Exacto, yo también quiero volver en esas fechas, pero no este año jaja
Y si, no dejes de entrar en los templos. ¡Merecen la pena!
Un abrazo
Un post completísimo. Me ha encantado y las fotos muy buenas y frescas. Enhorabuena Joaquin!
¡¡Gracias Teresa!! En breve la continuación.
Un lugar impresionante. Enhorabuena una vez más por las fotografías. Se nota en ellas el aire limpio que deja la llovizna sobre la vegetación.Una entrada magnífica.
¡¡Gracias!! La lluvia nos vino bien, le da un aire a las fotos muy bonito.
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