Trier (Tréveris), Alemania
La antigua ciudad romana de Augusta Treverorum debía su nombre a los tréveros, una tribu gala que habitaba el valle del Mosela y que fue subyugada por los romanos a finales del siglo I a.C. Con el tiempo, esta ciudad se convertiría en la capital de la prefectura del pretorio de las Galias, una de las cuatro subdivisiones principales del Imperio Romano. Con semejante pasado no es de extrañar que la actual ciudad alemana de Trier (o Tréveris, en castellano), posiblemente la más antigua del país y heredera geográfica y cultural de Augusta Treverorum, cuente con una riqueza monumental a la altura de su historia. Sin ir más lejos, sus vestigios romanos forman, junto a la Catedral de San Pedro y la Iglesia de Nuestra Señora, parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1986.
Trier estuvo a punto de ser mi hogar durante un año, cuando allá por el 2011 estaba decidiendo mi destino Erasmus. Aunque al final me decanté por la cercana Mons, en Bélgica, desde entonces toda la investigación previa que hice sobre la ciudad ha estado latente en algún sitio y las ganas de visitarla han sido constantes a lo largo de los años. De alguna forma, se me fue escapando a pesar de haber visitado la mayoría de núcleos urbanos de sus alrededores (Luxemburgo, Estrasburgo, Metz, Colonia…), pero en septiembre de 2018 pude por fin poner los pies en esta ciudad y descubrirla como se merece. En esta entrada me dispongo a contar mi experiencia por allí.
Escudo de armas de Trier (con San Pedro en el centro)
Llegué a la estación de ferrocarril de Tréveris en tren desde Luxemburgo, en un trayecto de apenas cincuenta minutos, y fui andando con mi maleta hasta el albergue, en pleno centro de la ciudad. El primer monumento con el que me topé por el camino es probablemente el más conocido de la ciudad: la Porta Nigra. Se trata de una de las antiguas puertas de la ciudad romana, construida sobre el año 160 y conservada espectacularmente bien. A lo largo de los siglos se le fueron añadiendo elementos arquitectónicos, e incluso un campanario de madera en lo alto durante un periodo en el que hizo las veces de iglesia, pero Napoleón en el 1804 ordenó que se eliminara todo lo que no fuera originalmente romano de la puerta, y así ha llegado a nuestros días. Me resultó majestuosa al llegar a sus pies y mirar hacia arriba, mejor recibimiento no me pudo dar la ciudad.
Porta Nigra
Porta Nigra (placa de la UNESCO)
Porta Nigra
Porta Nigra
Al atravesar la Porta Nigra se llega a una de las calles principales de Trier, Simeonstraße, llamada así por Simeón de Tréveris, un ermitaño que pasó su vida entre las ruinas de la puerta. Esta calle conecta con Hauptmarkt —la plaza mayor del mercado— y al principio se pueden ver restos de columnas como testigo de la antigua via romana. En mi paseo por Simeonstraße pude ver varios edificios interesantes que ya empezaban a dejar entrever la arquitectura tradicional de la ciudad, con especial mención a Dreikönigenhaus —la casa de los Reyes Magos—, llamada así porque en ella se guardaron temporalmente los supuestos restos de los Magos de Oriente en su traslado a la Catedral de Colonia, donde reposan a día de hoy. Cuando llegué a Hauptmarkt había un mercado enorme montado allí (quién se lo habría imaginado…) con productos franceses e italianos, pero nada genuinamente alemán. Pasé varias veces por esta plaza a lo largo de los dos días que duró mi visita a Trier, y cada vez descubría algo nuevo, por lo que recomiendo dedicarle tiempo para apreciar sus monumentos y rincones.
Estatua de San Cristóbal en Simeonstraße
Hauptmarkt
Hauptmarkt
Hauptmarkt
Löwen-Apotheke, la farmacia más antigua de Alemania (1241)
En el centro de la plaza se encuentra una cruz llamada Marktkreuz —cruz del mercado— decorada con inscripciones en latín, un reloj de sol, y el Cordero de Dios. La cruz se apoya sobre una columna romana, y fue edificada como emblema nacional por el arzobispo Heinrich I, como bien reza una de sus inscripciones (?). En realidad se trata de una copia, la original se puede encontrar en el Städtischen Museum Simeonstift, el museo municipal. Cerca de la cruz hay una magnífica fuente barroca de finales del s. XVI, Petrusbrunnen —fuente de San Pedro—, dedicada al patrón de la ciudad y decorada con las cuatro virtudes cardinales y una estatua del santo. Como podéis ver en las fotos, el mercado envolvía a ambos monumentos, pero aún así pude verlos en detalle sin problema.
Marktkreuz
Marktkreuz
Petrusbrunnen
Petrusbrunnen
Petrusbrunnen (detalle con el escudo de la ciudad)
Petrusbrunnen (detalle)
En cuanto a los edificios de la plaza, los más significativos son el Steipe —que en el dialecto de Trier significa algo así como pórtico o arcada— y la Rote Haus —casa roja—. Desde el centro de la plaza se podía ver asomar una impresionante torre gótica, presumiblemente de una iglesia, por encima de las casas del lateral sur de la plaza. Sin embargo, tras una primera búsqueda, me dio la sensación de que no había forma de acceder a la iglesia, estaba como encajada dentro de los edificios. La fachada principal de la iglesia si que daba a la calle, pero en lugar de una puerta lo que me encontré fueron una tienda de souvenirs y un comercio de patatas fritas. La solución a aquel misterio la dejé para más adelante, como podréis ver si seguís leyendo hasta el final.
Steipe
Rote Haus y Steipe
Torre de la iglesia de San Gangulfo
Iglesia de San Gangulfo (supuesta fachada principal sin entrada)
Iglesia de San Gangulfo (detalle de la fachada principal)
Tras dejar la maleta en el albergue, me dispuse a aprovechar que aún estaban abiertos dos de los principales monumentos de Trier: la catedral de San Pedro —Dom Sankt Peter— y la adyacente iglesia de Nuestra Señora —Liebfrauenkirche—. A ambas se accede desde una plaza llamada Domfreihof, cercana a Hauptmarkt, cuya amplitud permite contemplar la impresionante fachada románica de la catedral y el contraste que ésta hace con el exterior de la mencionada iglesia, considerada junto a la catedral de Magdeburgo como uno de los primeros edificios góticos construidos en Alemania. Ah, por cierto, la entrada a ambos templos es gratuita.
Iglesia de Nuestra Señora
Edificio en Domfreihof
Placa de la UNESCO en la fachada de la catedral
Al entrar en la catedral lo primero que me llamó la atención fue la decoración, muy posterior a las líneas románicas del edificio. Me gustaría destacar la bóveda del coro, de estilo barroco, así como el órgano y la multitud de enterramientos de los arzobispos de Tréveris que se encuentran dispuestos a lo largo de los pilares centrales.
Interior de la catedral
Estatua de un santo
Enterramientos de arzobipos en la nave lateral
Mausoleo un tanto tétrico
Púlpito
Órgano (muy original)
Enterramiento de otro arzobipo
Detalle en una de las naves laterales
Hay varias curiosidades en esta catedral, como por ejemplo el relicario que contiene el cráneo de Santa Elena de Constantinopla, madre del emperador Constantino el Grande y a la que se le atribuye la recuperación de la mayoría de reliquias relacionadas con la Pasión de Cristo. Sin ir más lejos, una de esas reliquias, la Santa Túnica, se encuentra también en la catedral, pero no se puede ver salvo en contadas ocasiones. Permanece guardada en una capilla renacentista a la que tampoco se puede acceder (y, por lo que pude comprobar, ni siquiera se puede llegar hasta la puerta). La última vez que la Santa Túnica fue expuesta fue en 2012, y no parece haber programada una siguiente.
Cripta
Altar mayor
Entrada a la capilla de la Santa Túnica
Ábside y capilla de la Santa Túnica (vista posterior de la catedral)
La visita al claustro de la catedral también es imprescindible (y fácil de pasar por alto, ya que apenas está señalizado). El claustro es gótico, y conecta la catedral con la iglesia (aunque el acceso a esta última permanece cerrado por motivos que desconozco). Aparte de las estatuas de los obispos y de las arcadas del claustro, desde allí se puede contemplar una perspectiva diferente de los dos templos que permite hacerse una idea de las grandes dimensiones de ambos.
Claustro
Claustro
Claustro
Claustro
Claustro
Claustro
Claustro (detalle de la decoración)
Al entrar en la iglesia me dio la sensación de que era mucho más alta que la catedral, aunque no he conseguido averiguar si ese es realmente el caso. Tiene una inusual forma de cruz latina encerrada en una planta circular y es el templo gótico más antiguo de Alemania, construido entre 1230 y 1260. Como dije antes, también forma parte del Patrimonio de la Humanidad junto a la catedral. La fotos engañan un poco debido al tiempo de exposición de mi cámara, pero lo cierto es que estaba completamente a oscuras y apenas se podían apreciar los detalles de la arquitectura. Además, el uso del trípode estaba prohibido (presumiblemente para motivar la compra de postales en el gigantesco mercado que tienen montado en la entrada), por lo que apenas pude sacar ninguna que le hiciera justicia. Un templo muy bonito y elegante y lleno de detalles, una pena no haber podido verlo mejor.
Iglesia de Nuestra Señora
Iglesia de Nuestra Señora
Iglesia de Nuestra Señora
Iglesia de Nuestra Señora
Thronende Madonna (la Virgen del Trono)
Iglesia de Nuestra Señora
Iglesia de Nuestra Señora (detalle de la fachada)
Para terminar aquel día, fui a cenar a uno de los restaurantes típicos para estudiantes que me recomendaron en el albergue. La cerveza local, Trierer Löwenbräu, no me pareció nada del otro mundo, sobre todo para los estándares alemanes (aunque por lo visto esta región es más famosa por sus vinos, por influencia de Luxemburgo y Alsacia), pero pude probar un delicioso schnitzel —una especie de filete empanado— que me trajo grandes y gastronómicos recuerdos de aquellos seis meses que pasé viviendo cerca de Heidelberg (lo siento, no hice foto, me pudo la gula).
Al día siguiente me levanté muy temprano para dar un paseo a orillas del río Mosela, uno de los principales afluentes del Rin. El camino me llevó hasta unas grúas bastante antiguas, Alter Krahnen —grúa vieja— y Zollkran —grúa de la ¿aduana?—. De hecho, son dos de las grúas más antiguas de Europa, al menos de entre las que se conservan, y en la primera de ellas se podían ver marcas de las crecidas del río (la última en 1993) a una altura muy por encima de mi cabeza. También se podía apreciar el mecanismo original que le ayudaría antiguamente a cumplir sus funciones. Desde allí se podía ver otro monumento de la ciudad, la Columna Mariana —Mariensäule—, un monumento religioso situado en lo alto del monte Pulsberg, al otro lado del Mosela, desde el que debe haber unas bonitas vistas de la ciudad, pero decidí dejarlo para otra vez.
Alter Krahnen (marcas de las crecidas del río Mosela)
Zollkran
Zollkran
Zollkran
Mariensäule
Mariensäule
Tras pasar la segunda grúa llegué al que se conoce localmente como Römerbrücke —puente romano— o Alte Moselbrücke —puente viejo del Mosela—, cuyos pilares son del siglo II. Los arcos son posteriores, renovados en el s. XII y el s. XVIII, pero sigue siendo igualmente notable. Crucé hasta la mitad del puente para poder disfrutar de las vistas del río, y me encontré con una maqueta que intentaba representar el aspecto original del puente. A pesar de su antigüedad, circulan coches por encima y forma parte de una de las arterias principales de Tréveris.
Puente romano (pilares)
Puente romano
Representación del puente original
Río Mosela
Río Mosela
Puente romano (placa de la UNESCO)
Monumento a Constantino el Grande
Desde allí empieza una larga avenida que atraviesa la ciudad y en la que se encuentran dos de los complejos termales de la antigua Augusta Treverorum, así como el anfiteatro. Las primeras termas, llamadas Termas de Bárbara —Barbarathermen—, estaban abiertas a pesar de que rondarían las 8 y media de la mañana. Una pasarela metálica permite verlas desde arriba sin dañar las ruinas, al tiempo que se lee sobre su historia en diversos paneles explicativos. A pesar de que apenas se conservan edificios, tan solo cimientos, uno se podía hacer una idea de la grandiosidad del lugar. Al fin y al cabo, en tiempos del Imperio Romano eran las mayores termas al norte de los Alpes.
Plano de la antigua Augusta Treverorum
Placa de la UNESCO
Barbarathermen
Barbarathermen
Barbarathermen
Barbarathermen
Bastion Südallee
Siguiendo por la avenida, llamada Südallee, se llega a las Termas Imperiales —Kaiserthermen—, construidas en el siglo IV. Originalmente no eran tan amplias como las anteriores, pero uno de los edificios se conserva bastante bien (las ruinas tienen una altura de 19 m) y es más fácil imaginar su imponente pasado. Para entrar en estas termas sí que hay que pagar entrada (4€), y se accede a través de un edificio moderno con una pequeña exposición. Debí ser el primer visitante del día y tuve una conversación muy interesante con el guarda de seguridad, que me contó entre otras cosas que los andamios llevan varios años y que no hay previsión de quitarlos en mucho tiempo, una pena. También me dijo que por la noche había un espectáculo de láseres, pero yo no podía ir ya que esa noche no estaría ya allí (tampoco sé si hubiese ido, no soy muy fan de ese tipo de representaciones). Cuando llegué a las ruinas del edificio principal de ladrillo pude entrar en los túneles subterráneos, conservados a la perfección, y tras varias vueltas por allí dentro empecé a pensar que me había perdido. Hay un verdadero laberinto por allí abajo, espero que en el futuro señalicen la salida o al menos un sentido de recorrido.
Kaiserthermen
Kaiserthermen
Kaiserthermen (detalle)
Túneles
Túneles
Túneles
Kaiserthermen
Kaiserthermen
El antiguo anfiteatro —en alemán, Amphitheater— de Augusta Treverorum se encuentra cerca de las Termas Imperiales, pero saliendo de la ciudad vieja de Tréveris. También había que pagar entrada (4€), y al principio tuve la sensación de que me habían timado un poco, ya que mi primera impresión fue que solo se podía ver la arena (la cavea o graderío, por lo visto, se destruyó durante los bombardeos aliados de la Segunda Guerra Mundial, según me contó el guarda de las termas). Sin embargo, pude entrar en el espacio subterráneo bajo la arena, algo poco usual en estos sitios, y luego subir hasta arriba para ver el impresionante vomitorium (la entrada a la cavea, que en este caso estaba en un lateral y daba a la ciudad). Por último, seguí subiendo y pude tener una vista aérea de la arena y la cavea desde lo más alto, con lo que terminó siendo una visita muy interesante de uno de los mayores anfiteatros romanos que he visto.
Entrada al anfiteatro
Arena y cavea
Entrada al subterráneo
Bajo la arena
Vomitorium
Vomitorium
Vista general del anfiteatro
Vista lateral del anfiteatro, con viñedos al fondo
Tras visitar el anfiteatro volví sobre mis pasos al centro de Trier para ver de cerca un palacio que se vislumbraba a lo lejos desde la entrada de las Termas Imperiales. Se trata del Palacio Electoral —Kurfürstliches Palais—, antigua residencia de los príncipes electores de Tréveris. Alrededor del palacio hay unos bonitos jardines con fuentes y estatuas, muy bueno para pasear y ver también un trozo de la muralla de la ciudad. Sin embargo, lo mejor del palacio es su fachada sur, de estilo barroco.
Palacio Electoral (fachada sur)
Palacio Electoral (detalle de la fachada sur)
Palacio Electoral (fachada sur)
Pegada al palacio se podía ver una mole de ladrillo que desentona bastante con éste y que al principio no identifiqué como lo que era: la Basílica de Constantino —Konstantinbasilika— o Aula Palatina, el último de los monumentos romanos que me quedaba por ver en la ciudad. Se trata de una imponente nave de color rojizo construida en el s. IV como trono imperial de Constantino el Grande. Había visto fotos previamente, pero no recordaba que estuviese prácticamente metida en el palacio (o, más bien, que el palacio la hubiese absorbido hasta ese punto). En realidad, la historia es algo distinta, y pude conocerla gracias a unos paneles informativos dispuestos en el interior: cuando se construyó el palacio, el muro occidental de la basílica se integró en éste, y se derribó todo lo demás. Más adelante, se decidió reconstruir el resto de la basílica, y se le añadieron varios altares barrocos al interior. Por último, tras su destrucción casi total en 1944 durante los bombardeos aliados se decidió reconstruir eliminando toda decoración posterior de forma que solo quedara la estructura de ladrillo. El interior es espectacular, pero fijándose un poco uno se da cuenta que solo el muro de la izquierda parece antiguo, el resto se veía demasiado nuevo. Aún así, resulta impresionante ver aquella nave y pensar que algo prácticamente idéntico se construyó hace ahora más de 1600 años. En la actualidad esta basílica es una iglesia luterana; la visita es gratuita pero no se pueden hacer fotografías durante los servicios.
Placa de la UNESCO
Interior de la basílica
Interior de la basílica
Diversos bustos en el interior de la basílica
Vista lateral de la basílica
Al salir de la basílica le di la vuelta al palacio para ver la Roter Turm —torre roja—, antigua torre del Palacio Electoral ahora convertida en campanario de la basílica, así como el resto de fachadas del palacio.
Roter Turm
Willy-Brandt-Platz
En aquel momento ya había terminado el recorrido que me había planteado hacer por Trier, así que decidí volver a intentar encontrar la anteriormente mencionada iglesia, que resultó llamarse Iglesia de San Gangulfo —Marktkirche Sankt Gangolf—. Al volver a la plaza y fijarme un poco más, vi que se me me había pasado completamente por alto un arco de entrada situado entre las casas de Hauptmarkt en el que se veía la inscripción con el nombre de San Gangulfo y una estatua del santo. Atravesándola se llegaba efectivamente al patio de la iglesia, completamente rodeado de las viviendas de la plaza, y a la puerta de ésta, situada a los pies de la impresionante torre (para mi gusto la más bonita de la ciudad). Cuando entré quedaba poco para que empezara la misma, así que aproveché para una visita rápida y así no molestar a los feligreses que poco a poco iban llegando.
Estatua de San Gangulfo
Patio de la iglesia
Torre de la iglesia
Conjunto escultórico en una nave lateral
Altar mayor
Representación de San Gangulfo
Capilla lateral (detalle)
Antes de abandonar la ciudad, como aún tenía tiempo decidí dar un último paseo, volviendo a la Porta Nigra para verla más detenidamente. Justo al lado de la puerta se encuentra la Colegiata de Simeón —Simeonstift—, a cuyo patio principal se podía acceder y en el que tenían montado un pequeño concierto. Al otro lado del monasterio me encontré con una estatua de Karl Marx inaugurada en mayo de este mismo año con motivo del 200 aniversario del nacimiento de este filósofo y economista alemán, que nació precisamente en 1818 en Trier (eso explicaba la gran cantidad de souvenirs con su efigie que me encontré durante mi visita, y los carteles colgados por las calles). La estatua fue donada por el gobierno chino y mide casi 5 m de alto.
Monumento a Karl Marx
Cartel conmemorativo de Karl Marx
Trier me gustó y me sorprendió mucho, y así espero haberlo transmitido a lo largo de esta entrada. Para una futura visita me gustaría subir hasta la Columna Mariana, y también ver dos importantes templos de la ciudad que me quedaron algo lejos para ir andando: la parroquia de San Paulino —Pfarreiengemeinschaft Sankt Paulin—, maravilloso exponente de la arquitectura barroca alemana, y la abadía benedictina de San Matías —Benediktinerabtei Sankt Matthias—, en donde se encuentra enterrado el Apóstol Matías. Como despedida final, os dejo algunas fotos de algunos rincones de Trier que fui descubriendo durante mis paseos.
Jesuitenkirche
Jesuitenkirche
Frankenturm
Iglesia de San Pablo (parte del Camino de Santiago)
Fuente de San Paulino
Fuente de San Paulino
Fuente de San Paulino
Visitado en septiembre de 2018.
Referencias / Información adicional
- Aula Palatina | Wikipedia (en inglés)
- Barbara Baths | Wikipedia (en inglés)
- List of historical harbour cranes | Wikipedia (en inglés)
- Porta Nigra | Wikipedia (en inglés)
- Roman Monuments, Cathedral of St Peter and Church of Our Lady in Trier | Wikipedia (en inglés)
¡Magnífica entrada Joaquín! Nos ha gustado mucho. No pensamos que esa ciudad fuera tan monumental, y entran muchas ganas de visitarla leyendo tus descripciones. Hay edificios muy llamativos de estilos y épocas diferentes.
Gracias. Yo tampoco me imaginaba que tuviera tanto que ver, fue un gran acierto.
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